miércoles, 1 de abril de 2009

para siempre


¿Podrás perdonarme?
En un mundo que rara vez comprendo soplan los vientos del destino cuando menos lo esperamos. A veces soplan con la fuerza de un huracán; otras apenas nos rozan las mejillas. Sin embargo no puede negarse su existencia porque a menudo traen consigo un futuro que es imposible negar. Tú, querida mía, eres ese viento que no anticipé, el viento que ha soplado con más fuerza de la que creí posible. Eres mi destino.
Estaba equivocado, muy equivocado al tratar de negar lo que era evidente y te ruego que me perdones. Como el viajero cauto, traté de protegerme del viento y sólo logré perder mi alma. Fui un tonto al no hacer caso de mi destino, pero hasta los tontos tenemos sentimientos y me he dado cuenta de que tú eres lo más importante que tengo en este mundo.
He cometido más errores en los pasados meses de los que algunas personas cometen en toda su vida. Me equivoqué al actuar como lo hice cuando encontré las cartas, del mismo modo en que me equivoqué al ocultar la verdad de lo que estaba ocurriéndome en relación con mi pasado. Pero en lo que más me equivoqué fue al negar lo que está claro en mi corazón: que no puedo vivir sin ti.
Lo que más deseo en esta vida es que me des otra oportunidad y de alguna manera volvamos a reunirnos.
Durante los primeros días después de que te marchaste quise creer que podía seguir viviendo como siempre pero no fue así. Cada vez que veía ponerse el Sol pensaba en ti y en los maravillosos momentos que pasamos juntos. El corazón sabía que mi vida nunca volvería a ser la misma. Quería que regresaras más de lo que pensé que fuera posible, pero siempre que pensaba en ti seguía oyendo tus palabras en nuestra última conversación. Sin importar cuánto te amara, sabía que nada sería posible a menos que nosotros, los dos, estuviéramos seguros de que yo podía comprometerme por completo con el sendero por delante. Seguí preocupado con estas ideas hasta que anoche, muy tarde, la respuesta vino por fin a mí.
En un sueño me vi en la playa con ella, en el mismo lugar al que te llevé después de aquella vez que comimos juntos.
El Sol brillaba y sus rayos se reflejaban, deslumbrantes, en la arena. Caminamos por la playa, uno junto al otro y ella escuchó con atención mientras le hablaba de ti, de nosotros, de los momentos maravillosos que compartimos. Después de algunos titubeos admití que te amaba, pero que me sentía culpable al respecto. Ella no dijo nada, sino que siguió caminando, hasta que por fin se volvió y me preguntó: “¿Por qué?”
–Por ti.
Al oír mi respuesta ella me sonrió con un gesto condescendiente y divertido, como solía hacerlo antes de morir.

Cuando desperté me sentí vacío y solo. El sueño hizo que algo me doliera por dentro por lo que yo le había hecho a nuestra relación, y me puse a llorar. Cuando logré controlarme escribí dos cartas: la que tienes en las manos en este momento y una para ella en la que por fin me despido. Hoy la enviaré. Ella, a su manera, me dijo que debía continuar con mi vida y he escogido hacerle caso. No sólo a sus palabras, sino a las inclinaciones de mi propio corazón que me conducen siempre hacia ti.
Lo siento, lamento mucho haberte herido. Viajaré la semana entrante con la esperanza de que encuentres la manera de perdonarme.
Te amo, y siempre te amaré. Estoy cansado de estar solo. Cuando veo niños que lloran y ríen mientras juegan en la arena me doy cuenta de que quiero tener hijos contigo. Quiero verlos crecer y convertirse en hombres. Si me lo pides, me mudaré contigo, porque no puedo seguir de esta manera. Sin ti me siento terriblemente enfermo y triste. Mientras estoy aquí sentado, en la cocina, rezo para que me dejes volver contigo, esta vez para siempre.

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